La Patagonia rebelde, también conocida como la Patagonia trágica, es el nombre que recibió la lucha protagonizada por los trabajadores anarcosindicalistas en rebelión en el Territorio Nacional de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, entre 1920 y 1921.
Sus inicios se trazan a una crisis económica dada al finalizar la primera guerra mundial causando la baja del precio de la lana. Esto afecta gravemente a las haciendas ovejeras de la región de la Patagonia sur, principalmente en la provincia de Santa Cruz. Los estancieros responden con una serie de despidos y con una reducción generalizada de las condiciones laborales. Los conflictos iniciales comienzan con una serie de huelgas independientes distribuidas en la región. Intervinieron organizaciones sindicales anarquistas cómo la Sociedad Obrera de Río Gallegos y FORA incitando a los obreros por medio de campañas de propaganda y un empuje a la sindicalización de los obreros, también intervienen fuerzas paramilitares reaccionarias como la Liga Patriótica bajo contacto de los estancieros. El presidente Hipólito Yrigoyen envía en enero de 1921 tropas del Ejército comandadas por el teniente coronel Héctor Benigno Varela con órdenes de “normalizar” la situación. A pesar de un suceso inicial, las negociaciones colapsan y los conflictos se transformaron en huelga general, culminando en la toma de haciendas y el regreso de la armada con órdenes de terminar con las huelgas por uso de fuerza.
1.500 obreros rurales asesinados dejó el accionar militar en el sur argentino.
«Varela comenzó a dar cumplimiento a su bando y una a una fueron recuperadas las estancias. El grueso de los huelguistas, que se había reunido en la estancia La Anita, fue rodeado por las tropas de Varela, quien los intimó a la rendición incondicional.
Antonio Soto, secretario de la Federación, y otros dirigentes les advirtieron a sus compañeros que no se rindieran porque serían masacrados.
La asamblea decidió por amplia mayoría entregarse. Soto por primera vez desobedeció la decisión de la mayoría y decidió partir a Chile con un grupo de compañeros.
Los trabajadores de La Anita que se entregaron, unos 400, fueron despojados de sus pocos bienes materiales por los «defensores de la propiedad privada».
Luego debieron pasar por estrechos corrales donde fueron golpeados, rapados con las máquinas de esquila por la soldadesca y encerrados en los galpones de las estancia.
Allí, sentados espalda contra espalda, cada uno debía sostener una vela encendida para su mejor vigilancia.
A la mañana siguiente fueron obligados a formar en dos largas columnas. Varela en persona acompañado de los estancieros y miembros de la Liga Patriótica identificaban a los delegados de estancia.
Ni Olvido Ni Perdón !!